Silvio Rodríguez me ha acompañado desde que era estudiante. Mis canciones favoritas han ido cambiando: te doy una canción, sueño con serpientes, Eva, ojalá y un larguísimo etc. según mis estados de ánimo y «mis circunstancias.»
Cuando trabajaba en el ministerio de educación y trataba de diseñar una propuesta pertinente de comunicación integral, sabía que sería difícil convencer a los reaccionarios y homogeneizantes de la sede central, pero mi mayor sorpresa fue constatar que las cosas que proponía eran mal vistas por los que, en teoría, estaban buscando, como yo, una educación pertinente para los niños y niñas indígenas.
Una vez, mientras oía hablar a uno de ellos me vino a la cabeza esa frase de la canción la maza “un servidor de pasado en copa nueva” y me di cuenta de que así son muchos de los que trabajan en educación intercultural bilingüe. Y como mi capacidad de atención es muy limitada, ya no escuché más a mi colega del ministerio sino que empecé a recordar, con nostalgia, mis épocas de la universidad donde todos creíamos en la locura y nos encontrábamos distantes del orden establecido.
Estar en la universidad no era una cosa de locos, como decía cierto rock de mi época. Era compartir el sueño de cambiar el mundo y pensar en cómo hacerlo. Buscaba aprender cosas, ya sea en las clases, en la cafetería o en el bar de Leo. Y en ese aprendizaje las canciones de Silvio Rodríguez tuvieron un rol importante.
Hace 17 años que trabajo en EIB y he visto que hay mucho que hacer y que es muy difícil hacerlo. He tenido épocas en las que me he desanimado y he querido dejarlo todo para dedicarme a otra cosa, menos frustrante[1] porque he visto que muchas de las discusiones de la EIB no son otra cosa que “un instrumento sin mejores resplandores que lucecitas montadas para escena.” Sin embargo, aquí sigo porque a pesar de encontrarme con muchos testaferros del traidor de los aplausos, también he encontrado a gente muy valiosa que cree en lo que lucha y es la que me ha dado ánimos y ha hecho que, al igual que ellos, yo siga creyendo en la locura.
[1] Una que me gustaría es un café en el Cusco por ejemplo; otra que tenía con Laura y Miguel, y que aún hoy veo como posibilidad, es la pizzería “Il fonema.”