Lenguas internacionales y derechos humanos internacionales

 

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Esta foto fue tomada en un albergue de Puerto Maldonado, donde todos los avisos estaban en inglés, a pesar de que esta no es lengua oficial en el Perú. Esa es una muestra del imperialismo lingüístico del inglés del que nos habla Robert Phillipson, lingüista británico asentado en Dinamarca que en 1992 escribió un libro fundamental «linguistic imperialism«. Este post es un artículo suyo*, a mi juicio, muy importante de leer por quienes estén interesados en política lingüística y lenguas minorizadas. Aquí, Phillipson analiza la forma en que algunas lenguas se vuelven «internacionales» y se indican ejemplos de la difusión y legitimación del idioma más utilizado, el inglés. Se aborda el tema de los derechos lingüísticos igualitarios en relación con la práctica del plurilingüismo en los organismos interestatales, la Liga de Naciones y la Organización de Naciones Unidas, así como en la más ambiciosa y amplia de las alianzas de estados, la Unión Europea. Es posible pensar en alternativas a un sistema en el que se utiliza un número pequeño de lenguas oficiales y en el que, por tanto, personas de diversos idiomas gozan de derechos sobre una base injusta. Este artículo, además, llama la atención sobre el hecho de que las lenguas internacionales se imponen a las nacionales de una forma que no está de acuerdo con los principios de los derechos humanos.”

 

Lenguas internacionales y derechos humanos internacionales

Robert Phillipson**

En este estudio se analiza la forma en que algunas lenguas se vuelven «internacionales» y se indican ejemplos de la difusión y legitimación del idioma más utilizado, el inglés. Se aborda el tema de los derechos lingüísticos igualitarios en relación con la práctica del plurilingüismo en los organismos interestatales, la Liga de Naciones y la Organización de Naciones Unidas, así como en la más ambiciosa y amplia de las alianzas de estados, la Unión Europea. Es posible pensar en alternativas a un sistema en el que se utiliza un número pequeño de lenguas oficiales y en el que, por tanto, personas de diversos idiomas gozan de derechos sobre una base injusta. Este artículo, además, llama la atención sobre el hecho de que las lenguas internacionales se imponen a las nacionales de una forma que no está de acuerdo con los principios de los derechos humanos.

Lenguas internacionales

La lengua siempre es la compañera del imperio y siempre será su aliada.
(Nebrija, cita en Illich, 181, p. 34)

La interpretación común del término «lengua internacional» es aquella lengua que utilizan entre sí personas de diferente origen o nación. En ese sentido, existen muchas lenguas internacionales usadas en todos los continentes, desde el portugués y el hindi hasta el latín y el árabe clásico, además de las llamadas linguas francas (interlenguas) y pidgins en territorios menos amplios.

        Se aplica el término «lengua internacional» para designar también a las lenguas artificiales o planificadas, como el esperanto, lenguas creadas específicamente para facilitar los lazos y la comprensión internacional; también se denominan lenguas auxiliares internacionales. Los hablantes de tales lenguas no reciben el apoyo de ninguna nación o estado, lo que contrasta fuertemente con la situación de las lenguas transplantadas a todo el mundo, como el inglés, el francés y el español.

La dominación lingüística surge de las conquistas, de la subyugación militar y política y de la explotación económica. El papel de la lengua en la expansión imperialista fue un elemento central en la europeización del mundo. La política lingüística fundamental se expresa en un documento que fuera pionero en la planeación lingüística, presentado a la corte real española en 1492 (véase la cita inicial de Antonio de Nebrija). En esa época, las principales lenguas europeas eran habladas solo por unos cuantos millones de personas y no se usaban en el ámbito internacional. El actual papel del inglés, francés, español y portugués revela la forma tan implacable y exitosa en que se impuso el principio de dominación lingüística.

Pocas veces las potencias colonizadoras están dispuestas a aceptar que las lenguas y culturas ajenas a la propia tienen en sí mismas valores y derechos. Los lingüistas siguieron las huellas de Nebrija, legitimando las jerarquías lingüísticas coloniales (Calvet, 1974; Crowley, 1991). La hegemonía lingüística internacional se nutre de la creencia y de las actitudes de las jerarquías lingüísticas y se entreteje con la política de darle más recursos a la lengua dominante.

Entre las dos guerras mundiales surgió un ingenioso proyecto para crear una versión reducida del inglés, como «lengua auxiliar internacional», llamado «BASIC English» (BASIC = British American Scientific International Commercial, británico, americano, científico, internacional y comercial). Fue propuesto con la esperanza de que se eliminarían las lenguas menos importantes: «Lo que el mundo necesita es cerca de mil lenguas muertas más y una más viva» (Ogden, 1934, citado en Bailey 1991, p. 210). En ese contexto, la «intercomprensión internacional» se considera unidireccional; abandónense las demás lenguas y adóptese la dominante, el inglés, vuelta más accesible gracias a su simplificación.

El imperialismo lingüístico invariablemente implica la superioridad de la lengua dominante, tanto en la época colonial como en la postcolonial (Mühlhäusler, 1996; Phillipson, 1992). Los británicos y estadunidenses crearon una vasta infraestructura educativa para difundir el inglés en todo el mundo[1].

Son antiguas las opiniones acerca de la superioridad del inglés y su adecuación como lengua internacional incomparable. El examen detallado de la imagen del inglés en diversas épocas permite concluir que no han cambiado las ideas surgidas en el apogeo del periodo colonial, cuando destacaron como actores la Gran Bretaña y los Estados Unidos, cuando el colonialismo económico substituyó al dominio político directo sobre los países del Tercer Mundo. Aún se piensa que es inevitable que el inglés sea la lengua mundial; las razones del destacado papel del inglés en los asuntos mundiales son las mismas que se elaboraron en el siglo XIX (Bailey, 1991, p. 121)[2].

Un ejemplo reciente del triunfalismo chovinista apareció en la primera página de un diario londinense, en noviembre de 1991. En ese tiempo, el gobierno británico no sentía ningún entusiasmo por la Unión Europea y la Gran Bretaña influyó muy poco en la integración de Europa. «Para que Europa tenga futuro, necesita algo más que una divisa común, una política exterior común y una ley común. Deberá tener una lengua común y esa lengua solo puede ser la inglesa.» (Daily Mail, 29 de noviembre de 1991).

Los estados que se oponen a la difusión del inglés y pretenden para su propia lengua los mismos derechos son tachados de «chovinistas» y se les critica de sufrir de «un arcaico orgullo nacional». La creencia fundamental parece ser la siguiente: Ya se logró imponer el inglés como idioma dominante en países como Gran Bretaña y Estados Unidos; entonces pueden aplicarse los mismos procesos en la Europa continental y, en general, en todo el mundo. Si el monolingüismo puede triunfar en una nación (eso se piensa), ¿por qué no también a escala internacional?

¿A qué intereses responden las lenguas internacionales?

Lo que ha ocurrido durante mi vida es la estadunidensización del mundo.
(George Bernard Shaw, nacido en 1856, escrito en 1912)

El gobierno británico está muy consciente de las ventajas políticas que le reporta a Gran Bretaña el papel privilegiado del inglés[3] y la consiguiente influencia económica[4]. La prensa aplaude en el mismo sentido[5]. Hay un constante torrente de libros sobre los diversos aspectos del inglés como idioma mundial, no todos ingenuamente celebratorios[6]. Una reciente publicación encargada por el Consejo Británico acerca del futuro del inglés (Graddol, 1997) representa un provocativo análisis multidisciplinario del papel de los diversos factores, económicos, tecnológicos y políticos que algún día podrían hacer que otras lenguas se elevaran al rango de lengua dominante internacional.

La situación actual en cierto modo es de «macdonaldización», de asimetría estructural por el poderío económico. Queda simbolizada en el hecho de que el 80 por ciento de las películas proyectadas en Europa occidental proceden de California, mientras que en América del norte, solo el 2 por ciento de las películas proyectadas son de origen europeo. Entendemos la macdonaldización como el surgimiento de consumidores, servicios y proveedores globales; un comercio agresivo todo el día; dominio del flujo de una información que no hace conciencia en los hombres de los efectos de largo plazo de un estilo de vida ecológicamente destructivo; una competencia desventajosa para los creadores locales de cultura; obstaculización de iniciativas locales. Todo esto se conjuga para limitar el espacio cultural local (Hamelink, 1994). Se han dado muchos pasos en dirección contraria a tal influencia, en los ámbitos nacionales y en la Unión Europea, sobre todo en Francia: se quiere proteger la diversidad cultural y lingüística. En ese campo se analizan las interrelaciones de los factores económicos, de la cultura y de la política lingüística, pero esto requiere mayor elaboración (Grin y Hennis-Pierre, 1997).

Las presiones de la globalización comercial y mediática están de acuerdo con la labor de los educadores que aspiran a la «educación global». Existen intelectuales que han concebido un plan de estudios mundial básico, junto con un sistema mundial de exámenes y arreglos para certificar la calidad de la educación y la capacitación[7]. El programa básico propuesto designa siete campos clave de aprendizaje, de los cuales uno es la «lengua mundial», esto es, el inglés, obligatoria para todos. Otro campo se refiere a otras lenguas que tendrían que ser aprendidas por aquellos infelices cuya lengua materna no fuera la mundial[8].

Esta visión pedagógica supone efectivamente dos especies de hombre: los anglófonos monolingües y todos los demás, bilingües. Es la receta para regresar al mundo antediluviano y prebabélico, en el que todo lo valioso se genera en una sola lengua.

La difusión del inglés o de la ecología de las lenguas

        La globalización no es un fenómeno que haya aparecido recientemente, aunque esa impresión cree el pensamiento académico a la moda. Lo que es nuevo es la amplitud y profundidad de la penetración global de las culturas. El especialista japonés en comunicación, Yukio Tsuda, expresa agudamente las varias dimensiones de la actual política lingüística mediante dos paradigmas concurrentes.

Paradigma: difusión del inglés

A. capitalismo

B. ciencia y tecnología

C. modernización

D. monolingüismo

E. globalización e internacionalización ideológicas

F. transnacionalismo

G. estadosunidesización y homogenización de la cultura mundial

H. imperialismo lingüístico, cultural y mediático

Paradigma: ecología de las lenguas

1. punto de vista que respeta los derechos humanos

2. igualdad en comunicaciones

3. plurilingüismo

4. conservación de lenguas y culturas

5. protección de la soberanía nacional

6. estímulo para el aprendizaje de lenguas extranjeras

(Tsuda 1994; letras y números nuestros. Véase mayor elaboración en Phillipson y Skutnabb-Kangas, 1996; Skutnabb-Kangas, 1999.)

Puede verse la diferencia entre ambas concepciones contrastantes en relación con la política lingüística en África, donde algunas influencias refuerzan la difusión del inglés, y otras, la ecología lingüística local. Mazrui (1997) señala que las jerarquías lingüísticas de la época colonial siguen fundamentando la política educativa del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, y que actualmente influyen en la «ayuda», junto con la tristemente célebre política de cambios estructurales, empobrecedora y destructora de la sociedad.

La verdadera actitud del Banco Mundial (…) estimula el fortalecimiento de las lenguas imperialistas en África. (…) el Banco Mundial parece considerar que la africanización lingüística de toda la educación básica y media es un esfuerzo impensable. Por ejemplo, su texto sobre las estrategias para estabilizar y renovar las universidades no menciona en lo absoluto el papel de la lengua en ese tercer nivel de la educación en África.

Según los programas de reestructuración del Banco Mundial y del FMI, el único camino por el que pueden avanzar las naciones africanas es la adopción de las lenguas imperiales desde el inicio de la educación de cada niño (Mazrui, 1997, p. 39-40).

La «ayuda» en el campo educativo refleja el credo de la segregación lingüística (lingüismo[9]), según el cual solo las lenguas europeas sirven para la tarea de hacer evolucionar la economía y la mente de los africanos. Muchos intelectuales africanos han señalado la falsedad de esta actitud, como Ansre, Bamgbose, Kashoki, Mateene y Ngugi (citas en Phillipson, 1992; véase también Djite, 1993; y en especial sobre derechos lingüísticos en África, Akinnaso, 1994 y Phillipson y Skutnabb-Kangas, 1994).

Puede encontrarse una forma de acción alternativa, basada en el fortalecimiento de las lenguas africanas, en una serie de documentos aprobados por gobiernos africanos en los últimos quince años, los cuales culminaron en la declaración de Harare, adoptada durante la conferencia intergubernamental de ministros sobre política lingüística en África, el 20 y 21 de marzo de 1997 (reproducida en The New Language Planning Newsletter [Nuevo Boletín sobre Planificación Lingüística] 11/4, junio de 1997). En ella se declara que no se ha seguido una política adecuada, construida sobre las lenguas africanas, y se delínean muchas estrategias para fortalecer la ecología de las lenguas locales. El documento considera el avance de las lenguas africanas como el núcleo de los procesos de democratización y convivencia pacífica.

Mejorar el uso de las lenguas africanas es requisito para la máxima estimulación de la creatividad e ingenio evolutivo en África. […] donde los intercambios científicos y tecnológicos ocurren en lenguas nacionales como parte de nuestra preparación para hacer frente a los desafíos del próximo milenio.

Los gobiernos africanos apelan a todos los interesados, en África y en todo el mundo, a comprometer su colaboración lúcida y enérgica, respetando la integridad de la identidad africana y el avance armónico de la dignidad y de los valores humanos expresados en las lenguas africanas.

La política del Banco Mundial y la acción de los donadores que colaboran con él reafirman la difusión del inglés. En cambio, la declaración de Harare trata de reforzar la ecología lingüística africana, construir a partir del actual plurilingüismo y utilizar las lenguas locales para resolver los problemas locales. El inglés todavía se puede aprender como lengua extranjera, si no se le estudia para expulsar a otras lenguas o para imponerse a éstas.

Los ejemplos anteriores de debates sobre política lingüística deben verse en el contexto de la realidad política. Para juzgar a escala mundial las jerarquías lingüísticas en el contexto postcolonialista, postcomunista o de la Unión Europea, debe pensarse en los factores económicos y políticos, en el hecho de que se asignan recursos a una u otra lengua, pero no a todas, y en la ideología que legitima esas preferencias y por lo general glorifica a unas cuantas lenguas y reprueba a otras. Las teorías sobre lengua y poder, sobre política lingüística y estructuración social, sobre las lenguas en la educación deben anclarse en el complejo mundo real de flujos monetarios y negociaciones dominantes. He aquí un mundo en el que la desigualdad es estructural y se legitima mediante la segregación lingüística. La lengua «internacional», el inglés, es considerada adecuada en forma universal a pesar de los abundantes indicios de que su extenso uso en los países poscoloniales es provechoso para los intereses occidentales (precisamente eso pretende la globalización) y no satisface las necesidades de la mayoría de la población de dichos países.

El paradigma de la ecología lingüística tiene otro punto de partida. Presupone que los hablantes de diferentes lenguas tienen los mismos derechos de comunicación, que el plurilingüismo es deseable, que debe estimularse y facilitarse, y que la política lingüística debe estar dirigida por los principios de igualdad y de derechos humanos.

Derechos lingüísticos en organismos superestatales

Algunas lenguas gozan de derechos prioritarios en los foros internacionales, por ejemplo en Naciones Unidas, en las alianzas militares y comerciales, en los organismos que regulan la navegación marítima, el tráfico aéreo y asuntos internacionales similares, así como en las asociaciones profesionales. Es típico que ahí se funcione mediante una o más lenguas oficiales. La lengua que más y más se impuso durante el siglo XX es el inglés, con el apoyo de la revolución en tecnología y en comunicación, lo cual refleja el poderío político, económico y militar. Mientras que las jerarquías lingüísticas en el contexto poscolonial se analizan con frecuencia, la política lingüística internacional concebida como el funcionamiento de las lenguas en los organismos internacionales está menos estudiada y es menos conocida (Tonkin, 1996, p. 9; véase también en Coulmas, 1996; Fettes, 1996)[10].

Los análisis de Tonkin (1996) y de Fettes (1996) sobre el funcionamiento del sistema lingüístico en Naciones Unidas a lo largo de muchos años indican que el actual régimen lingüístico refleja más el poderío político que algún principio de igualdad (por ejemplo, la lengua con el mayor número de hablantes o representativa de una selección de la ecología lingüística mundial) o de eficacia. En 1945 se aceptaron cinco lenguas (chino, francés, español, inglés y ruso) como oficiales en Naciones Unidas. El árabe se agregó después de la crisis energética de los años setenta.

En teoría, en Naciones Unidas hay seis lenguas oficiales con los mismos derechos, y en esos idiomas se produce gran cantidad de documentos mediante un costoso servicio de traducción. Pero de hecho, el inglés es la lengua de trabajo dominante y eso se acepta con disimulo en la ONU. Las potencias francófonas han expresado en vano su descontento y sus protestas tienen poco que ver con la igualdad o con los derechos de lenguas que no sean el francés[11]. Existe una resistencia muy fuerte contra las reformas al sistema, pues éste refleja una serie de compromisos políticos, el gusto por el sistema por parte de quienes lo administran y la poca inclinación a pensar en alternativas.

Las alternativas propuestas por Tonkin (1996, p. 22-24) se basan en una aceptación más abierta de una sola lengua, o el inglés o el esperanto, en un mayor esfuerzo por fomentar el aprendizaje de idiomas y el plurilingüismo abierto, o en un sistema en el que estuvieran disponibles servicios lingüísticos pero fueran de paga. En la actualidad nada indica que haya inclinación por cambiar el sistema, aunque la ONU busca la forma de reducir gastos y hasta la cuarta parte del presupuesto de trabajo del organismo se dedica a servicios de interpretación y traducción (Fettes, 1996, p. 119). El sistema es ineficaz: porque muchos representantes no hablan ninguna de las lenguas oficiales en forma comprensible y fluida; por los problemas logísticos para proporcionar interpretación en las lenguas oficiales designadas; y por el derroche que representa traducir textos a todas las lenguas oficiales, aunque no todas éstas se usen mucho. Como observó un ex intérprete en el sistema de la ONU, resulta paradójico dedicar tanto dinero a tales asuntos, cuando las actividades primordiales de la ONU, como la conservación de la paz, el cuidado de la salud y el fomento de los derechos humanos, reciben demasiado poco (Piron, 1994).

Parece justo concluir que el actual sistema de otorgarles derechos a ciertas lenguas tiene el resultado de que los hablantes de otras lenguas no tienen el mismo acceso al sistema. Aparte de eso, la selección de un número limitado de lenguas no significa que no haya jerarquías entre las elegidas, sino lo contrario.

En la Unión Europea, la política lingüística es un tema tan espinoso que se presentan muy pocas iniciativas multilaterales de alto nivel. La política lingüística no tiene una prioridad de relieve. En gran parte, tales medidas son furtivas, no abiertas. Como señalara el redactor de un número de International Political Science Review (Revista Internacional de Ciencia Política) sobre «el sistema lingüístico mundial en formación»: «El tema de las lenguas sigue siendo el gran silencio en la integración europea. Hubo muchas palabras sobre lagos de leche y montañas de mantequilla, sobre la moneda común, la liberalización de la migración para los ciudadanos de la Unión Europea y el control de la entrada para los extranjeros, pero la lengua en sí, en la que se abordan esos temas, está fuera de la discusión» (de Swan, 1993, p. 244).

En la Unión Europea se han realizado muy pocas investigaciones sistemáticas sobre la política lingüística, y ninguna de ellas en un marco elaborado multidisciplinarmente. Lo que se dispone en la actualidad es fragmentario y en gran parte impresionista. Los libros de ciencia política sobre la integración europea descuidan el tema de las lenguas (por ejemplo, Richardson, 1996). Los escritos sobre la política lingüística en la Unión Europea contienen análisis de las reglas que determinan la política lingüística, de tratamientos empíricos sobre el uso de lenguas específicas y sobre la actitud hacia el uso de las lenguas. Los textos pioneros son de un franco-canadiense (Labrie, 1993), un alemán (Schlossmacher, 1996) y un noruego (Simonsen, 1996), y sin duda no es casualidad que las primeras obras sean de intelectuales de estados donde reina el sentimiento de que sus primeras lenguas están amenazas, en todos los casos por la difusión del inglés. Estas obras están en francés, alemán y noruego, respectivamente, lo que quizá limite su público. Pero muchos de estos temas se tratan en inglés (véase el anuario Sociolinguistica, y Phillipson y Skutnabb-Kangas, 1997).

        En teoría, la política lingüística, al igual que la cultura, es un asunto propio de cada estado miembro; pero los procesos de globalización y de europeización, y la intensidad de los lazos transfronterizos en tal cantidad de campos, estimulados en muchos casos por las medidas tomadas en la Unión Europea, hacen que la autonomía nacional sea en parte ilusoria. Para las instituciones de la Unión Europea, la legislación lingüística más significativa es la de 1958, que otorga a las cuatro lenguas principales de los países fundadores (neerlandés, francés, alemán e italiano) derechos igualitarios como lenguas oficiales y de trabajo. Cuando uno tras otro se fueron adhiriendo nuevos países, se añadieron las lenguas de éstos (danés e inglés en 1972, el griego, portugués y español un decenio después, el finlandés y el sueco a partir de 1994). El preámbulo de la primera decisión explica que las lenguas que son oficiales en el territorio de un estado miembro tienen derecho a ser lenguas de la Unión Europea. Así, no se admiten lenguas regionales, como el catalán de España, aun cuando tengan más hablantes que algunas de las lenguas oficiales.

La membresía en la Unión Europea implica mezclar la soberanía con la de los otros estados miembros. Por ello se evidencia la necesidad de documentos escritos, resultantes de las tratativas entre los estados miembros (por ejemplo, en el consejo de ministros), y que deben distribuirse en la lengua principal de cada estado, pues los textos basados en las leyes de la Unión Europea (tratados y reglamentos) son más importantes que las leyes nacionales. En este campo es más clara la necesidad de una equivalencia textual lo más cercana posible en las once lenguas oficiales.

El actual sistema de interpretar en las once lenguas oficiales (11´10 combinaciones posibles) es una pesada inconveniencia y por lo general se usa el sistema de interpretación «canalizada», por ejemplo, del danés al griego a través del inglés o del francés (Dollerup, 1996). En principio, cada una de las once lenguas tienen el mismo derecho de ser usada como lengua de trabajo; pero en la práctica, los hablantes de las lenguas «pequeñas» suelen ceder su derecho y funcionar en alguna de las lenguas «grandes». Por lo general, el borrador de los textos solo se encuentra en inglés o en francés.

Probablemente, siempre ha sido ficticia la igualdad de las lenguas oficiales. El francés fue la lengua principal en los primeros años de la Comisión Europea en Bruselas y sigue siéndolo en algunos campos. Los alemanes lo aceptaron, aunque líderes políticos y comerciales en ocasiones se quejen de que los intereses alemanes se ven afectados por el hecho de que su lengua no tiene los mismos derechos.

En su mayoría, los planes explícitos de política lingüística son incipientes; se aspira a cierta igualdad entre las once lenguas oficiales. Los programas de la Unión Europea para fomentar el movimiento de estudiantes se dirigen a mejorar los conocimientos de lenguas extranjeras en los estados miembros y así formar un sentimiento «europeo». En teoría, los arquitectos de la europeización afirman que deben conservarse la diversidad lingüística y cultural.         Pero la realidad es más compleja, sea que se trate del uso de todas las lenguas nacionales a nivel supranacional, sea que se trate del papel y de los derechos de las lenguas menos utilizadas al interior de cada estado. Además, el inglés influye fuertemente en las lenguas nacionales. En las instituciones comunitarias, el inglés se difunde a costa de otras lenguas que podrían ser «lenguas puente», en especial el alemán y el francés. Las lenguas de los demás estados miembros, menos «internacionales», tienen en la práctica pocos derechos. En otras palabras, existe una silenciosa aceptación de la jerarquía de las lenguas de la Unión Europea.

Es difícil predecir cómo evolucionará la política lingüística de la Unión Europea. Quedan muchas preguntas por responder: ¿La Unión Europea se dirige hacia un sistema bilingüe, en el que el inglés será la segunda lengua de una élite, salvo irlandeses y británicos que serán monolingües en su mayoría? ¿Se alcanzará mayor grado de plurilingüismo multilateral y recíproco? ¿Mantendrán las instituciones europeas el inconveniente sistema de traducción e interpretación, o se modificará la política sobre lenguas de trabajo y redacción de textos? Es probable que esto ocurra cuando ingresen nuevos miembros en la Unión Europea. ¿Los proyectos actuales, que financian la migración de estudiantes (Erasmo, Sócrates, etcétera), alcanzan su objetivo declarado, es decir, reforzar las lenguas menos usadas, o de hecho solo refuerzan al inglés?[12] ¿Existe una discusión bien informada sobre las posibilidades de usar una lengua alternativa como el esperanto? ¿Qué sector de votantes influye más en la creación de la política lingüística, las élites y los grupos de profesionistas nacionales o supranacionales, o los mitos creados por los medios de comunicación y en el debate político? ¿Podemos suponer que, debido a la delicadeza política del tema y a la fragilidad de la infraestructura que garantice un debate público bien informado al respecto, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, las fuerzas comerciales poco a poco reforzarán al inglés? Y si así ocurriera, ¿sería a costa de los hablantes de otras lenguas?

        El asunto es muy importante en muchos ámbitos (individual, regional, social, mundial) y en muchos campos (cultural, económico, político, etcétera), tanto en la ecología lingüística local como en la paneuropea.

        Las investigaciones empíricas indican que solo el francés y el inglés funcionan como lenguas oficiales y de trabajo en los asuntos internos de la Unión Europea (Schlossmacher, 1996, informes recabados en 1992). Los europeos del norte por lo general usan el inglés; los del sur, el francés. El inglés se desempeña más como medio de comunicación hacia el exterior (por ejemplo, incluso con los países excomunistas, en los que el alemán era tradicionalmente fuerte). La obra más reciente de Quell (1997) confirma dicha impresión. La capacidad de usar el francés y el inglés son condiciones necesarias para participar satisfactoriamente en las decisiones políticas, incluso en el Parlamento Europeo, donde se dispone de servicios de interpretación para mayor número de idiomas y donde se usan muchas más lenguas, al menos en numerosas reuniones del parlamento.

Al preguntársele si es necesario un reglamento para un nuevo sistema de lenguas de trabajo, la gran mayoría (el 78 por ciento) de los burócratas empleados en la Unión Europea respondieron que lo verían con buenos ojos, pero son menos los parlamentarios (el 41 por ciento) los que piensan de ese modo (Schlossmacher, 1996, p. 98). Es típico que los hablantes de las lenguas «pequeñas» (por ejemplo el danés y el portugués) no deseen cambios, supuestamente por el riesgo de que su idioma sea hecho aun más de lado que en la actualidad.

El mismo análisis señala que hay un gran número de personas que desean que el alemán se emplee como lengua con mayor prioridad y rango, a diferencia de un sistema en el que solo el inglés, o el inglés y el francés, fueran las lenguas de trabajo, aun cuando esto aún no sea actual (op. cit. p. 103). Una pregunta adicional en la investigación de Quell es si un sistema de una, dos o tres lenguas sería una posible solución formal del tema de las lenguas de trabajo en la Unión Europea; y, en caso de ser así, cuáles de las once lenguas tendrían ese papel. Los resultados muestran una clara preferencia por un sistema bilingüe (francés e inglés) o trilingüe (francés, inglés y alemán) por encima de un sistema monolingüe. Los resultados hacen pensar, además, que hay más apoyo para un sistema exclusivamente en inglés por parte de las personas que tienen a esta lengua como segunda, que entre los que la tienen como lengua materna[13].

La obra de Schlossmacher muestra también la gran escala de opiniones sobre si los estados miembros recién adheridos necesariamente tendrían los mismos derechos lingüísticos que los anteriores. Otra vez se observa que hay menos burócratas que parlamentarios que opinan que los nuevos estados y sus lenguas deben obtener lo mismos derechos[14]. Es más que probable que se tomen decisiones sobre política lingüística cuando se adhieran nuevos países, quizá tan solo por el hecho de que las lenguas adicionales complicarán en gran medida la organización de la interpretación simultánea. ¿Significa esto que en la futura Unión Europea, en las reuniones, cuando asistan jefes de estado, funcionarios de nivel medio y superior, políticos y expertos, no existirá el derecho a usar la propia lengua? Cuando se les admita al club europeo (un club cuyas reglas tienen validez jurídica en cada estado miembro), ¿acaso los hablantes del checo, estonio, húngaro y polaco se harán oír solo en inglés y francés? A estas preguntas nadie puede responder en la actualidad, pero se trata de algo fundamental: ¿La Unión Europea realmente es una asociación democrática de estados miembros con los mismos derechos?

Ya que la política actual es la regulación pasiva por medio de la inercia (…) la única lengua que se beneficia de ello es el inglés. Si se piensa que en su mayoría las personas no quieren que el inglés se difunda más, es pues extraño que, a pesar de eso, se establezca como idioma de la burocracia europea (Quell, 1997, p. 71).

En el último cuarto de siglo, el inglés ha asumido rango de lengua internacional en la Unión Europea, similar a su papel en la ONU y en muchos estados poscoloniales, lo cual es reflejo de su papel de lengua de estadunidensización y «macdonaldización». Esto tiene consecuencias en la ecología lingüística de la Unión Europea, las cuales serán cada vez más evidentes en los próximos decenios. El inglés tiene un papel hegemónico como lengua internacional, al que no puede oponerse el derecho internacional, ni siquiera las leyes de derechos humanos, por mucho que se declare en contratos que no es aceptable la discriminación basada en la lengua (sobre las limitaciones de éstos, véase Skutnabb-Kangas y Phillipson, 1994b).

Hegemonía lingüística internacional

La hegemonía lingüística del inglés se muestra en diferentes maneras. Algunas de éstas reflejan el poderío económico. La difusión del inglés depende menos de la fuerza militar (aunque la «pacificación» en Bosnia refuerza y generaliza allí al inglés) que de las presiones comerciales, en especial las de las corporaciones multinacionales y de los organismos mundiales y regionales, como la Unión Europea.

Es claro que las jerarquías lingüísticas en el ámbito internacional no se relacionan directamente con las fuerzas nacionales demográficas o económicas. El alemán tiene la base de hablantes más grande en la Unión Europea, el mayor mercado interno, la economía más fuerte y funciona un poco en el ámbito internacional, pero hay muy pocos indicios de que pueda rivalizar con el inglés.

El inglés además se beneficia del aprendizaje de lenguas extranjeras, el cual confirma la jerarquía lingüística internacional. Para poder competir en el mercado mundial, los países cuyas lenguas son interlenguas rivales Francia, Alemania y España invierten mucho en el aprendizaje del inglés en sus sistemas de enseñanza, aunque consideren al inglés una amenaza para sus valores locales culturales y lingüísticos[15].

También la colaboración científica internacional cada vez está más dominada por el inglés. Los campos periféricos de investigación por lo general caen bajo el monopolio de proyectos multinacionales, basados en el imperialismo científico y lingüístico[16]: existen relaciones asimétricas en el intercambio académico, que reafirma el papel del inglés, y en los paradigmas de investigación, que se legitiman y asimilan sin reflexión.

La lengua de más alto rango se beneficia de las imágenes presentadas por la publicidad de las corporaciones multinacionales y de la asociación mental del inglés con el éxito y el hedonismo. Esos símbolos refuerzan una ideología que otorga gloria a la lengua dominante y se la resta a las demás. Dicha jerarquía es «justificada» y asimilada como algo normal y natural, y no como la expresión de objetivos e intereses hegemónicos[17]. La difusión del inglés se ve claramente en la política poscolonial, que ignora la ecología lingüística local. Las investigaciones académicas «occidentales» sobre la sociología de las lenguas por lo general relejan la asimetría de las relaciones, como lo muestra la reseña de un libro (escrito por un norteamericano) sobre política lingüística: «He aquí un ejemplo típico de colaboración india y occidental: superficial y desdeñosa… Cuando ignoramos la bibliografía en lenguas regionales indias sobre los problemas lingüísticos en la India, pasamos por alto conceptos esenciales. La lengua inglesa nos da solo una dimensión, un punto de vista y una ventana.» (Kachru, 1996, p. 138, 140)

En todo el mundo, estas tendencias y muchas otras, que son parte integrante de la macdonaldización, tienen como resultado que tanto las élites como los marginados deseen usar eficazmente el inglés, por la evidente razón de que ven en él la llave que abre las puertas. Pero la difusión del inglés no debe hacernos olvidar el hecho de que en África, considerada en su conjunto, el 90 por ciento de los habitantes habla solo lenguas africanas. La situación es similar en la India: los hablantes del inglés son solo del 3 al 5 por ciento. Si es deseable que los ciudadanos de los países de todo el planeta contribuyan a la solución de los problemas locales, que recurran a sus propios medios con fines culturales, económicos y políticos adecuados a su localidad, para ello se requiere el uso de las lenguas locales. La política lingüística debe ajustar esas dimensiones de la ecología lingüística con las presiones de la globalización y la internacionalización, las cuales promueven al idioma inglés. La política lingüística debe ser explícita y debe contemplar iguales condiciones para todos los pueblos y todas las lenguas.

Es posible abogar por la ampliación de las leyes internacionales sobre derechos humanos, para que éstas impidan la invasión de lenguas internacionales dominantes.

Bibliografía

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* He eliminado una parte del artículo que tiene que ver con el uso del esperanto como lengua de uso internacional por considerar que dilataba mucho el texto.

** Traducción: Jorge Luis Gutiérrez . http://uea.org/info/hispane/ED37-hispana.html

[1]Documento político clave, The diffusion of English culture outside England. A problem of post-war reconstruction (La difusión de la cultura inglesa al exterior de Inglaterra. Problema de la reconstrucción de la posguerra, Routh 1941), fue escrito por un miembro del Consejo Británico, organismo establecido en los años treinta para difundir el inglés y contrarrestar la difusión de las lenguas de los gobiernos fascistas. Éste fue el documento fundador de la profesión global de enseñanza del inglés, que surgió a mediados del siglo XX y que desde entonces crece con gran éxito. Los estadunidenses derramaron dinero en los sistemas educativos de los países «tercermundistas» y en gran parte en la profesión de la enseñanza del inglés como segundo idioma. «El gasto de grandes sumas de dinero de fondos públicos y privados en el periodo de 1959 a 1970, quizá (fue) el gasto más grande en la historia con el objeto de difundir una lengua.» (Troike, director del Centro de Lingüística Aplicada, Washington, DC, 1977)

[2] Esas opiniones se refieren a su forma (amalgama de varias lenguas, principalmente europeas) y a su papel como instrumento del cristianismo, literatura, riqueza, tecnología, ciencia, progreso, etcétera. No es frecuente la disidencia con la actitud imperialista, aun en nuestros días (Bailey, 1991, p. 116). Hay una larga y animada tradición «de pretender dar pruebas de la superioridad del inglés en todos los campos de la actividad humana. Muchas personas justifican las injusticias más viles. Pocas (de estas pretnsiones) sobreviven a un análisis riguroso y desapasionado» (op. cit. p. 287).

[3] Malcolm Rifkind, entonces ministro británico de relaciones exteriores, declaró: «La Gran Bretaña es una gran potencia mundial, con intereses en todo el mundo por la Mancomunidad de Naciones, las relaciones transatlánticas (con los Estados Unidos) y el creciente poderío del idioma inglés.» (Informe en The Observer, 24 de noviembre de 1995)

[4] El proyecto English 2000 del Consejo Británico, lanzado en 1995, informa en su material publicitario que el objetivo es «aprovechar el papel del inglés para impulsar los intereses británicos, como una faceta de la tarea de mantener y expandir el papel del inglés como lengua mundial en el siglo XXI. (…) Hablar inglés le abre al individuo los logros culturales de Gran Bretaña, sus valores sociales y sus metas comerciales.»

[5] The Sunday Times, 10 de julio de 1994: «El camino de salvación para el francés es que en todas las escuelas francesas se enseñe el inglés en la forma más eficaz posible. (…) Solo cuando los franceses reconozcan el dominio del inglés estadunidense como lengua universal de un mundo que se encoge, podrán defender eficazmente su propia cultura característica. (…) La Gran Bretaña debe continuar la labor de difunir el inglés y los valores británicos que la lengua tiene de fondo.»

[6] La reciente avalancha de libros sobre la globalización y el inglés puede clasificarse grosso modo de la siguiente manera:

Regional: (por ejemplo, Linguistic ecology. Language change and linguistic imperialism in the Pacific region, MŠhlhäuser, Routledge; South Asian English, ed. Baumgardner, Illinois UP);

Comparativa: (Post-imperial English: Status change in former British and American colonies, 1940-1990, ed. Fishman, Conrad and Rubal-Lopez, Mouton de Gruyter; Language politics in English-dominant countries, Herriman/Barnaby, Multilingual Matters);

Triunfalista: (English as a Global Language, Crystal, Cambridge UP);

Analítica: (The politics of English as an international language, Pennycook, Longman; Problematizing English in India, Agnihotra y Khanna, Sage; Linguistic imperialism, Phillipson, Oxford);

Radical-crítica: (The otherness of English. India’s auntie tongue syndrome, Dasgupta, Sage; De-hegemonizing language standards. Learning from (post)colonial Englishes about «English», Parakrama, Macmillan);

Pronosticativa: (The future of English, Graddol, British Council).

[7] Esta es la esencia del discurso pronunciado por el presidente de la Asociación Bitánica para la Educación Internacional y Comparativa, sir Christopher Ball, durante la tercera conferencia oxoniana sobre educación y evolución, 1995.

[8] Los campos de aprendizaje son:

(i) aprender a aprender

(ii) la lengua mundial

(iii) la lengua materna (si es diferente a la mundial)

(iv) dominio de numerales

(v) lectura y escritura cultural

(vi) relaciones sociales

(vii) religión, ética y valores.

[9] El lingüismo (segregación lingüística) puede definirse como el conjunto de «ideologías, estructuras y prácticas que sirven para legitimar, producir y reproducir una división desigual del poderío y de la posesión de recursos (materiales y no materiales) entre grupos que se definen conforme a la lengua» (Skutnabb-Kangas, 1988).

[10] El Centro de Investigación y Documentacion sobre Problemas Lingüísticos Mundiales, cuya sede está en la Universidad de Hartford, Estados Unidos, en combinación con la revista Language Problems and Language Planning (Problemas lingüísticos y planeación lingüística), organizó una serie de conferencias en la ONU sobre la política lingüística (véanse las alusiones en Tonkin, 1996).

[11] Lea la resolución de la Asamblea General del 2 de noviembre de 1995 en el reporte de Fettes, 1996, p. 130.

[12] Desde hace decenios, el Consejo de Europa estimula el aprendizaje de dos lenguas extranjeras. La Comisión Europea, en sus lineamientos sobre educación y capacitación (documento COM[95] 590 del 29 de noviembre de 1995) recomienda que todos los jóvenes aprendan por lo menos dos lenguas extranjeras de la Unión Europea y propone muchos recursos para fortalecer el aprendizaje de lenguas extranjeras. Muchos escolares de Europa ya lo hacen y en su mayoría, los gobiernos de la Unión, con excepción del británico, están dispuestos a apoyar las dos lenguas extranjeras.

[13]Aunque Quell lo analizó cuidadosa y escrupulosamente, él se inclina por aceptar la opinión de que los hablantes de una segunda lengua son ideales como agentes del cambio, no solo porque están fuertemente motivados, sino también porque apoyan una lengua con la que no están relacionados de una manera crudamente nacional y cultural, por lo que es improbable que se considere que apoyen una política por razoes de egoísmo político (Quell, 1997, p. 70). Quizá esa conclusión sea válida dentro de esta investigación; pero si se pone en un contexto más amplio, podría ser menos generalizable. La investigciones de Schlossmacher indican que los burócratas de la Unión Europea insisten menos que los parlamentarios en el uso de su lengua primaria en las instituciones de la Unión Europea.

[14] En cierta medida, ese «resultado» puede ser consecuencia artificial de la forma del cuestionario, pues los entrevistados necesariamente tuvieron que interpretar expresiones que pueden comprenderse de varias formas, por muy cuidadosamente que se les exprese. ¿Y acaso Amtssprache es el equivalente exacto de official language?

[15] En Labie y Quell, 1997, pueden leerse los detalles sobre los cambios en el aprendizaje de lenguas extranjeras en los países de la Unión Europea durante el recién transcurrido medio siglo, y el análisis de sus consecuencias en la elección de lengua para la comunicación interpersonal.

[16] En las revistas científicas espcializadas de Hungría ocurre un intenso debate sobre los desiguales derechos que tienen los científicos norteamericanos y sus «aliados» húngaros. Véase el número especial de Replika sobre «¿Colonialismo o alianza? Europa oriental y las ciencias sociales occidentales», 1996. Agradezco a Miklós Kontra por haberme hecho esta observación.

[17] Ejemplo reciente: un alto funcionario del Consejo Británico considera que el actual dominio del inglés en los campos más importantes de la globalización es tan natural como el hecho de que el agua fluya hacia abajo y el sol salga por el oriente, y si se acepta ese hecho social, «es legítimo e inevitable que los países anglófonos traten de obtener ventajas nacionales de ese hecho» (Seaton, 1997, p. 381).

13 Responses to Lenguas internacionales y derechos humanos internacionales

  1. Daniel Salas dice:

    Hola, Nila:

    No veo bien de qué manera el cartel de la foto es una muestra de imperalismo lingüístico. Está, obviamente, dirgido a los turistas, para los cuales el inglés funciona como «lingua franca». El dueño del negocio quiere ofrecerles sus servicios y tiene que asegurarse que lo entiendan.

    Estados Unidos está poblado de carteles en castellano, así como de gente (nativos y no nativos) que tiene la amabilidad de hablarte en castellano si es que ven que esa es la lengua que mejor entiendes. Esto lo he experimentado en restaurantes, aeropuertos, oficinas públicas, ONGs. El problema es que muchos norteamericanos piensan que el castellano «no es una lengua oficial» y que no debería ni hablarse ni escribirse dentro de los Estados Unidos. Esta es la postura de los chauvinistas que se ven invadidos de latinos por todas partes y a quienes les preocupa «la unidad cultural» de la nación. ¿Por qué no ver este cartel como un gesto de amabilidad (necesario además) hacia los extranjeros y sí como un acto imperialista? La gente quiere hacer negocios y para eso puede usar la lengua que más le conviene. Más bien, ¿no crees que, simplemente, debería desaparecer el concepto de «lengua oficial» y dejar que la gente use la lengua que prefiere.

    Tampoco entiendo de qué manera el capitalismo se opone, necesariamente, a una perspectiva pluralista y con derechos humanos. Por el contrario, el capitalismo permite el flujo de información y que las personas realicen las elecciones que más les convengan, incluso aquellas que pueden no gustarnos. Es precisamente cuando barremos con las fronteras, cuando permitimos la migración y el comercio de bienes y de ideas que se produce la pluralidad. Antes de eso, tenemos muchas comunidades, es verdad, pero cada una viviendo por su cuenta, con tradiciones y costumbres que los individuos no pueden cuestionar porque a) no tienen el poder de irse y elegir otra forma de vida y b) no conocen otra manera de vivir. Hay un post de Silvio Rendón sobre Wal Mart, el gran monstruo globalizador. Allí se cita un texto en que se cuenta que:

    «Los empleados mexicanos de Wal-Mart reciben, además, buenos salarios, de acuerdo con los estándares del país, y la empresa representa el acceso para sus trabajadores a los sistemas de salud y de pensiones del Estado, algo a lo que la mayoría de quienes trabajan en la economía informal no tiene.»

    Más adelante, se refiere que:

    «Cuando Wal-Mart abrió sus puertas en Juchitán, hizo un gran esfuerzo por adaptarse. Encontró a entrevistadores en zapoteca para hacer que los solicitantes se sintieran cómodos. En la reunión de ventas de todas las mañanas, la obligatoria porra a Wal-Mart se grita en zapoteca (“¡Dame una W!” se convierte en “¡Dane Na Ti W!”). Los anuncios de ofertas se emiten en zapoteca por vendedoras que portan las tradicionales faldas amplias y blusas ornamentadas. Los compradores escuchan las estridentes trompetas y platillos de la música local, los llamados sones de Tehuantepec».

    El texto completo de Silvio se puede leer aquí:
    http://grancomboclub.blogspot.com/2007/03/la-gran-escala-y-los-ms-pobres.html

    Una empresa globalizadora (como indudablemente lo es Wal Mart) maximiza sus intereses y se adapta a los gustos, preferencias y costumbres de la gente. El ingreso de Wal Mart en México ha permitido mejora de la calidad de vida y reconocimiento de la identidad particular. En esto consiste, precisamente, la globalización: en la posibilidad de las comunidades de todo el mundo tengan acceso a nuevas formas de intercambio y puedan decidir qué prácticas culturales y qué forma de vida prefieren. Es comprensible que, en este contexto, el inglés se imponga como lingua franca. Siendo inevitable que peruanos y coreanos, brasileños y tailandeses, empiecen a negociar, se requiere una lengua que sea de fácil acceso para cada una de las partes (en lugar de que los coreanos nos impongan el coreano, o que los brasileños impongan el portugués a los tailandeses).

    El flujo migratorio de hispanos en Estados Unidos ha logrado que el castellano empiece a competir con fuerza en este país. Te pregunto, entonces, que le dirías a un ciudadano estadounidense que, preocupado por los carteles en castellano, empiece a declarar que esta no es una lengua oficial en su país y que tal invasión es consecuencia de las malvadas empresas globalizadoras. Esta, cuidado, es justamente la posición de la derecha e izquierda conservadoras en los Estados Unidos, quienes culpan a las empresas de darles trabajo a los extranjeros y deprimir el mercado laborla interno. No es un invento mío. Por ejemplo, de esta manera se presenta en los medios a Lou Dobbs «CNN’s Lou Dobbs is a man on a mission
    He’s telling the public about the dangers of sending jobs overseas». Puedes ver más aquí: http://www.msnbc.msn.com/id/4670239/.

    En la misma línea, otros se quejan de la invasión de inmigrantes, que traen «costumbres bárbaras, enfermedades y confusión lingüística» a Estados Unidos. Lou Dobbs es un antiglobalizador, un enemigo de darles empleo a los extranjeros, un enemigo de la inmigración y de las codiciosas empresas que buscan la mano de obtra más barata fuera del país. ¿Qué le decimos?

  2. Nila Vigil dice:

    Querido Daniel,

    Hablo de imperialismo lingüístico porque no se usa el castellano en un país donde el castellano es lengua oficial. Me parece correcto que el señor del albergue escriba en inglés para que lo entiendan todos los turistas que saben inglés pero lo que no me parece bien es que se deje solo al inglés y quienes no saben inglés «que se jodan.» Eso es lo que llama Phillipson el imperialismo lingüístico, no el uso chauvinista de una lengua sino el respeto hacia lenguas minorizadas.

    Ya que has hablado de los hispanos en los Estados Unidos, pienso en las estrictas leyes para emigrar que ponen los países del norte que contituyen una violación a los derechos humanos fundamentales, por ejemplo al derecho de “circular libremente.” Muchos de esos hispanos son ilegales, muchas de esas familias están desintegradas,,, creo que el tema de los migrantes y las condiciones socioeconómicas en las que están los países de origen, tránsito y destino dicen poco de los beneficios del capitalismo.

    Hay imperialismo lingüístico cuando se pretende que si se habla inglés como «lingua franca» se deben dejar de lado las «lenguas propias». Una canción muy bacán sobre el asunto la canta Julieta Venegas y la puedes ver aqui

    cariños
    Nila

  3. Daniel Salas dice:

    Querida Nila:

    Totalmente de acuerdo con que hay barreras absurdas para emigrar. Pero esas barreras son, precisamente, defendidas por los enemigos de la globalización. El problema, para mí, no es la globalización sino la ausencia de globalización. Si estamos de acuerdo en quebrar las fronteras que limitan la migración ¿por qué no estamos de acuerdo en quebrar las fronteras que impiden el comercio? No veo de qué manera podemos estar en contra de las fronteras políticas y a favor de las fronteras comerciales. Ambas barreras hacen daño. Crean desigualdad, pobreza y limitan las oportunidades. Observa, además, que el reclamo de «soberanía» es típico de los regímenes autoritarios que rechazan la doctrina de los derechos humanos. Pinochet, Castro y Fujimori estarían de acuerdo en que se debe respetar la soberanía de sus respectivos pueblos en lo que respecta a los derechos fundamentales. De hecho, Fernando de Trazegnies y Victor Samuel Rivera elaboraron una fundamentación antiimperialista y soberanista para defender el régimen de Fujimori.

    Entonces, nuevamente, el problema no parece ser el capitalismo, sino la deficiencia de capitalismo, esto es, de libertad para comerciar no solamente bienes sino ideas, gustos y valores. Lo que empobrece y oprime no es la universalización de principios sino el sostenimiento de los intereses locales bajo la excusa de la soberanía. Cuestiono además (y permite que insista) es en la disyunción entre capitalismo y derechos humanos. No la comprendo y me parece una mala táctica plantearla, si nuestra prioridad es proteger los derechos básicos de las personas. Por el contrario, yo pienso que la doctrina de los derechos humanos no debe ser monopolizada por una orientación política. Quienes creemos en el Informe Final de la CVR, por ejemplo, cometemos un error al plantear que solamente desde la izquierda pueden valorarse y cumplirse los derechos humanos. En primer lugar, es un error de diagnóstico: hay innumerables regímenes de izquierda que han atentado sistemáticamente contra los derechos humanos y hay innumerables movimientos de izquierda que colocan los derechos humanos en un segundo plano o no los consideran importantes; en segundo lugar, es un error táctico si queremos ganar terreno en la batalla por el reconocimiento de los derechos humanos. Por el contrario, creo que el planteamiento debe ser que la igualdad y la legalidad benefician a todos y es un mejor terreno para hacer negocios. La ruptura de barreras, la posibilidad de las personas de elegir lo que quieren ser (y no lo que la comunidad les impone) destruirá tradiciones pero creará otras. Y si una propiedad ha tenido la tradición es la de mutar, de modo que no estamos ante nada peculiarmente nuevo.

  4. Nila Vigil dice:

    Querido Daniel,
    si globalización significa homogeneización, yo no la acepto. Yo creo en el derecho a la diferencia y cuando este no es contemplado, lo denuncio, venga de las derechas o de las izquierdas,,,

    No tengo las herramientas para hablar de la cuestión económica, pero creo que si no hay igualdad de condiciones, no puede haber comercios justos (pienso, por ejemplo, en los subisidos que tienen los agricultores en Alemania o los criadores de vacas en Italia) ,,,

    Pero volvamos al artículo de Phillipson y a la foto que he puesto del albergue de Puerto Maldonado, lo que se denuncia no es que se use inglés, lo que se denuncia es que el inglés desplace a las otras lenguas. El ser bilingüe está bien, siempre y cuando hablemos de un bilingüismo aditivo, no sustractivo,,,

    cariños
    Nila

  5. Susana dice:

    Hola Nila,
    No tengo mayores elementos económicos, como dices tú también respecto de tí misma, para entrar a fondo en este análisis. Pero el tema me mueve mucho. Yo entiendo a Daniel cuando dice (segun yo lo interpreto) que las culturas no son cosas estáticas sino que estan vivas y reciben multiples influencias y por eso cambian, y que una persona puede (y debe poder) elegir el tipo de vida que desea llevar, lo que implica también el idioma que desea hablar. Pero creo que Daniel no toma suficientemente en cuenta que esas elecciones se hacen en condiciones de desigualdad, que no son elecciones libres en la mayoría de los casos porque -hay que reconocerlos- hay idiomas que abren mas puertas que otros. Siendo esto así, yo coincido más con tu postura que con la suya. Los idiomas dominantes funcionan como aplanadoras de los noi dominantes, y eso es una pena, pues la diversidad de todo tipo es un valor a preservar y proteger.

  6. Nila Vigil dice:

    Hola Susana,
    muchas veces se dice que los hablantes de una lengua minorizada «optan libremente por dejarla»y adoptan la lengua de las mayorías,,, eso no es cierto, no es una opción libre, sino que ellos se han visto a obligados, por las presiones, las acitudes de disriminación y demás, a dejar su lengua. Es la respuesta resignada del grupo que ha asumido las formas de pensar de la sociedad oficial y que tiene la mente colonizada.
    Por ejemplo, ante los insultos de Martha Hildebrandt a María Sumire, la forma de defenderse de la señora Sumire fue: «Yo soy indígena pero soy abogada» (sic) aquí se ve cómo la congresista de Cusco ha asimilado el pensamiento de las élites.
    Hay en verdad mucho trabajo, si queremos que la sociedad peruana sea más solidaria, respetuosa y asuma, en verdad, la diversidad como riqueza.

  7. Daniel Salas dice:

    A ver, varias cosas: Sí estoy de acuerdo con que el problema del poder es un asunto débil en la teoría de libre mercado. Sin duda, las presiones sociales pueden lograr que una persona cambie de prácticas (abandone una lengua, deje de usar cierta indumentaria). También creo que el ejemplo que pone Nila es bueno: la congresista Sumire termina asumiendo el discurso desde el cual se la discrimina. Pero yo no usaría la palabra «élite», sino ideología hegemónica. El problema con la idea de élite es que parece indicar una conspiración consciente perpetrada por un grupo de personas que tienen poder, una conspiración destinada a perpetuar sus privilegios. Claramente, Martha Hildebrandt tiene muy poco de este tipo de poder; lo que tiene en realidad es prestigio, capital simbólico otorgado por una ideología que no es sostenida conspirativamente por un grupo, que sobrevive a través de la escolaridad pero a la que cada vez menos gente le hace caso y por ello pienso que, a mi parecer, está en retroceso (si la ideología que sostiene el capital simbólico de Hildebrandt tuviese mayor influencia, menos gente bailaría perreo, por ejemplo). En el caso del cartel que muestra Nila, este acto no tiene que ser necesariamente producto de la ideología. Como lo explica Eagleton, no todo acto social se puede explicar ideológicamente. Más aun, dice Eagleton, la ideología tiene poca capacidad, en las sociedades modernas, para controlar. Por ello, el cartel no necesariamente es imperialista; puede ser el resultado de un cálculo con el que podemos coincidir o no coindicir.

    Por otra parte, insisto en que los derechos humanos deben ser una propuesta no excluyente, no comprometida con una visión política. Debe ser, además, una propuesta universal. En este punto de los principios éticos que deben definir a todas las sociedades sí creo necesaria una homogeneización. Me amparo para ello en las ideas universalistas de desarrollo humano propuestas por Martha Nussbaum y Amartya Sen.

    Saludos.

  8. Susana dice:

    En lo de los Derechos Humanos como propuesta Universal concuerdo 100% con Daniel, y suscribo a los autores que nombra.

  9. Nila Vigil dice:

    Querido Daniel,

    de acuerdo contigo en que los derechos humanos no deben ser vistos como un asunto de un sector o de una opción política y eso no ha estado en discusión en ninguno de mis posts

    En cuanto a lo que dices sobre las ideologías, yo las entiendo en la onda de quienes hacen análisis crítico del discurso, las ideologías como sistemas de creencias. Eso nos lleva a preguntar y qué son creencias y a buscar las respuestas en terrenos más de la psicología,,,, Yo comparto la idea de Van Dijk que sostiene que “de la misma forma que no hablamos idiomas individuales, tampoco tenemos ideologías individuales. Las ideologías son creencias sociales compartidas y no opiniones personales, creencias sociales que asumimos como naturales,,,,

    Vamos a tu idea sobre el cartel, dices que no es necesariamente muestra de imperialismo ingüístico y que puede ser el resultado de un cálculo con el que podemos coincidir o no. Bueno, ese cálculo es el resultado de haber asimilado la idea de que «la» lengua importante es el inglés, es eso lo que desarrolla Phillpson en su artículo

  10. Victor Samuel Rivera dice:

    Estimado DANIEL;

    Ya que fui aludido y, en efecto, considero que desde el punto de vista filosofico los derechos humanos no son sino una creencia infundada, me veo obligado a preguntarte si no te has dado cuenta ya de la relacion que existe entre esa ideologia moderna y el poder inperial del mercado global. Lo habias pensado? Al final, la ideologia de los derechos hu,anos; como lo que es; una religion postindustrial, es parte del aparato de sentido de la nueva burguesia anonima, de la estructura de los nuevos poderes sin rostro de la tecnologia. Es tu derecho apoyarlos, por paradojico que resulte, pero lo es tambien el mio el de recusarlos y, mas aun, denunciarlos.

    Victor Samuel Rivera

  11. Nila Vigil dice:

    pido, por favor, no desviarse del tema del post.

  12. pedro dice:

    esta interesante saludos

  13. vera dice:

    Bսenas!
    Debo reconocer que hasta hoy noo me motivɑba demasiado esteblog, pero con los ultimos ƿosts estoʏ leyndolo frecuentemente y me ha
    empezado a ɡustar.
    Bien hecho!

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