Vargas Llosa calificó al congreso peruano como “circo grotesco de forajidos y semianalfabetos” y es cierto que estaba cargado de personas que se habían aliado a las mafias, por lo que se merecían el calificativo de forajidos, pero semianalfabetos no puede ser también un insulto, menos en un país que tiene índices de pobreza altos, donde hay una alto porcentaje de campesinos que no ha accedido a la educación formal, una brecha tan grande en educación, niños y niñas que todavía no tienen una educación pertinente en su lengua ni en su cultura.
Hablar de semianalfabetos como algo equiparable a forajidos en un país donde todavía hay tanto racismo y discriminación, en el que aún tenemos que hacer mucho para la refundación nacional de la que nos hablan las conclusiones de la CVR, es un insulto típico de esa mente tan etnocéntrica como la de Vargas Llosa.