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La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció, en diciembre de 1994, que se conmemore el 9 de agosto de cada año, el día internacional de los pueblos indígenas durante el Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas del Mundo, (1995 y 2004). Como se sabe, el 2004, la Asamblea proclamó un Segundo Decenio Internacional, desde 2005 a 2015, con el tema “Un decenio para la acción y la dignidad”.
Ciertamente no es una fecha para celebrar sino para reflexionar sobre la situación de vulnerabilidad en que viven los pueblos indígenas en el mundo. La Alta Comisionada de Naciones Unidas para Derechos Humanos (ACNUDH), Navi Pillay, señaló en ese aspecto que si bien hay progresos en materia de derechos humanos para los indígenas, los pueblos indígenas continúan sufriendo discriminación y marginación en áreas como salud y educación:
«Este colectivo sigue padeciendo discriminación y marginación en campos como el sanitario y el educativo, así como extrema pobreza, indiferencia sobre sus preocupaciones ambientas, y el desplazamiento de sus lugares tradicionales, además de la exclusión en los procesos de decisión política» (aquí)
Al respecto quisiera señalar solo una cuestión,es cierto que padecen discriminación, exclusión, indiferencia, desplazamiento pero no estoy de acuerdo en lo que a extrema pobreza se refiere. Como bien afirma Chirif (2007), esto se basa en concepciones occidentales de bienestar (alfabetismo, agua potable, energía eléctrica, mayor esperanza de vida y algunos otros) y no se toma en cuenta que existen comunidades indígenas que pueden carecer de estos indicadores pero que gozan de una alimentación rica y variada, beben agua limpia de una quebrada no contaminada, respiran un aire fresco y puro, etc. Así, nos dice Chirif:
En función de esto los gobiernos, con apoyo de organismos internacionales, financian programas que, éstos sí, terminan empobreciendo a la población indígena y, sobre todo, induciendo en ella una falsa conciencia de pobreza, que se define en función de la carencia de bienes de la sociedad industrial y de indicadores que se imponen como señales ciertas del progreso y el desarrollo. El bienestar que puedan haber alcanzado los indígenas por medios y méritos propios, sin pasar por un mercado que los somete y castra su creatividad y capacidad autónoma de respuesta, no interesa para nada ni al Estado ni a esos organismos. Para ellos aceptar que el buen vivir puede lograrse por otros medios que los que proponen, sería admitir la relatividad de su concepción hegemónica y abrirse hacia la comprensión intercultural. Al mismo tiempo, implicaría reconocer que ese modelo requiere mantener sano el medio ambiente, lo que a su vez significaría, por un lado, poner fin a los métodos devastadores empleados por muchas industrias para explotar los recursos y, por otro, fijar condiciones muy estrictas para evitar la contaminación extensiva. Al menos en el Perú, el Estado está muy lejos de esto, o lo que es peor, cada vez está más lejos. En suma, se requiere un mayor análisis para evaluar el tema de la pobreza y, sobre todo, para desarrollar indicadores que no estén, como en este caso, dominados por las concepciones hegemónicas sobre riqueza y desarrollo.
El Desafío de la Declaración. Historia y Futuro de la Declaración de la ONU sobre Pueblos Indígenas
Hace unos días se presentó en Lima el libro «El Desafío de la Declaración. Historia y Futuro de la Declaración de la ONU sobre Pueblos Indígenas” Esta publicación, esencial sobre los pueblos indígenas, puede descargarse completa de aquí