El cielo sobre Berlín

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Este es mi último post del año. Pude haber escogido hablar de muchas cosas. Cuestiones de coyuntura nacional a la que les habría podido hacer una pequeña reflexión lingüística como «soy cholo pero no barato» -como si hubiesen cholos/as baratos/as- sobre la última metida de pata de Humala, sobre lo (no) avanzado en educación, sobre Urresti, Belaúnde Lossio, o qué sé yo. Pero no me ha dado gana de escribir sobre algo actual y decepcionante sino sobre algo que me llena el alma. Y allí podrían haber entrado mi Clausito, mis hijas, mi familia mexicana o mi adorado Tobbyas, el perro que ha cambiado mi vida. Pero no. Tampoco era cosa de escribir una novela sobre todo lo bueno que me ha pasado. Ni sobre lo triste. La vida está siempre salpimentada de alegrías y penas.  Hoy, nostálgica, recordé una película que amo. Y la  amo en muchos sentidos. No me interesa analizar porque ello, a mi modo de sentir,  la encajonaría y le quitaría ese espíritu que me hace recurrir a ella una y otra vez.  «Der Himmel über Berlin» de Wim Wenders, con el gran Bruno Ganz.

Solo voy a poner unas partecitas, a modo de regalo, a modo de compartir esas emociones tan intensas de la película. Es mi regalo de año nuevo a los lectores y lectoras de mi blog. A mis entrañables amigos y amigas.

Cuando el niño era niño.

Cuando el niño era niño andaba con los brazos colgando, quería que el arroyo fuera un río, que el río fuera un torrente y que este charco fuera el mar. Cuando el niño era niño no sabía que era niño, para él todo estaba animado, y todas las almas eran una. Cuando el niño era niño no tenía opinión sobre nada, no tenía ninguna costumbre, se sentaba en cuclillas, tenía un remolino en el cabello y no ponía caras cuando lo fotografiaban.

Cuando el niño era niño no podía pasar las espinacas, los porotos, el arroz con leche y la coliflor salteada. Ahora se lo come todo, y no porque lo obliguen. Cuando el niño era niño despertó una vez en una cama extraña, y ahora una y otra vez. Muchas personas le parecían bellas, y ahora sólo con suerte. Imaginaba claramente un paraíso, y ahora apenas puede intuirlo. Nada podía pensar de la nada, y hoy esta idea lo estremece. Cuando el niño era niño jugaba con entusiasmo, y ahora se sumerje en sus cosas como antes, sólo cuando esas cosas son su trabajo.

Cuando el niño era niño, las manzanas y el pan le bastaban de alimento, y todavía es así. Cuando el niño era niño, las bayas le caían en la mano sólo como caen las bayas, y ahora todavía lo hacen. Las nueces frescas le ponían áspera la lengua, y todavía es así. Encima de cada montaña tenía el anhelo de una montaña más alta, y en cada ciudad el anhelo de una ciudad más grande, y siempre es así todavía. En la copa del árbol tiraba de las cerezas con igual deleite como hoy todavía lo sigue haciendo. Se asustaba de los extraños, y todavía se asusta; esperaba las primeras nieves, y todavía las espera. Cuando el niño era niño, lanzó un palo como una lanza contra un árbol, y aún hoy vibra todavía.

Si una vez nos decidimos volver a casar, bajo cualquier rito, le leeré esto a Claus, o mejor aún lo memorizaré:

Y para terminar, esta escena favorita

Pongo el link porque Youtube no me deja insertarlo: https://www.youtube.com/watch?v=cLQBjfQYi-Y&list=PLD6b1YJBh7Q_lN_NC7kHbcga1Ih3UzikV

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