Pensamiento Sudaca. Punto de partida: A propósito del día del libro

abril 23, 2010

Cajamarca, 1533. Uno de los episodios más trágicos del encuentro entre Pizarro y Atahualpa fue el momento en que el padre Valverde le entregó la Biblia al inca. Los cronistas cuentan que Atahualpa arrojó el objeto por los aires. Este fue el primer desencuentro entre lo oral y lo escrito.

Biondi y Zapata señalan que el libro y la escritura no cumplieron aquí la misma función que en Europa, donde fueron vehículos de igualdad social, sino que se impusieron como armas de discriminación y poder frente a la mayoría de «indios». Así, se generó en el país una serie de instituciones alternas a las oficiales basadas en una lógica oral: la informalidad, las asambleas populares y la forma de administrar justicia en los pueblos andinos o algunos lugares de Lima donde la comunidad decide a voz en cuello una sentencia.

La oralidad tiene una riqueza inexplorada que a lo largo de nuestra historia ha sido marginada pues se ha impuesto una visión etncoéntrica de la escritura. Es impostergable darle al cultivo de la oralidad un lugar privilegiado en la escuela. Se debe abandonar esa historia que al sobreenfatizar la escritura, ha creado la concepción de que existe una sociedad letrada y una sociedad oral. Lo letrado se asocia con lo moderno, racional, urbano y no indígena, y lo oral, con lo atrasado, mágico, rural y de bajo estatus moral, indígena. Es hora de que la escuela rompa esta absurda asociación y se vuelva coherente.