
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: Que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata
Eduardo Galeano
Frente a la sociedad hegemónica que postula su visión del mundo como la única válida, existe una postura “vanguardista” que asume la existencia de diversas y diferentes maneras de conocer, todas ellas respetables y enriquecedoras. Los miembros de esta “corriente” parten de la idea de que si se quiere luchar contra la hegemonía, es necesario pensar en alternativas que tomen en cuenta las formas de pensar que fueron rechazadas por el grupo hegemónico. Es decir, es necesario volver la mirada a esas formas de conocimiento que se consideraron “folklore” o saber ancestral. Es necesario, también, reconocer que lo que el “conocimiento científico” considera válido lo es para ciertas sociedades, pero que no existe la validez universal. Ya Fanon hace más de tres décadas comprobó que la expansión colonial de Europa transformó una historia local en diseño global. Lee el resto de esta entrada »